La Manzana de la Escuela 363
Hace 50 años atrás en la actual manzana 116 sólo existían coirones, zampas, algarrobillo y hasta algún piche. El pueblo aún no estaba mensurado, el Dr. Nàpoli estaba a cargo de la comisión de fomento y una familia venía a levantar la primera vivienda en el predio: los Roldán.Aún existen los olmos que plantó mamá dice Casimira “¿ve esos olmos que están allá “?, esos son, dice y se emociona mirando ondear la incipientes ramas verdes de preludio primaveral.Después llegaría la familia de Julián Pereyra a la que 10 años más tarde la familia Huinca le compraría la casa. Y luego se afincaba la familia Uriz que le compraba la casa a Don Nayas Jalil que había construido en la esquina de la manzana, un tiempo después del arribo de la familia Roldan.Corría el año 69 y comenzaba armarse el grupo de chicos que por una década iba a dejar su impronta en el predio de la actual escuela y todos “corriendo detrás de un cuero” como decía Borges.
Dicen que los ingleses inventaron el fútbol o al menos importaron esto del wing”, el “centro half”, etc. que se usaba en la manzana 116, aunque cuenta la historia que fueron los chinos hace 5 mil años quienes organizaron los primeros juegos.Allí nacía la famosa “canchita de los Roldàn”.Todos los días, a las dos de la tarde comenzaba el rito, Talano llevaba la pelota, bajo la axila derecha.Recuerden que la pelota fue siempre marrón hacia medio siglo, después blanca y hoy unos cambiantes colores y se iban arrimando los primeros: Bataraz, Roberto Huinapan, Cayupan, Tatin Laciar, Romualdo Ventuala, los Roldan, los hermanos Beliu, Jorge Huinca, Poché. Hasta las diez de la noche duraban los picados.En la canchita los jugadores de Boca y River de la época eran los consabidos sobrenombres de casi todos. Del mundial 66 y del gran Bobby Charlton nada se supo, tampoco del mundial del 70 y del golazo de Jairzinho contra Italia que definía a la” verde amarelho “como campeón mundial y tampoco nadie disfrutó del genio de Cruyff de la naranja mecánica del 74 justo cuando moría Duke Ellington el rey de jazz.Es que la tele recién llegó en el 78 al pueblo y se veía en colores para fascinación de todos, aún cuando medio mundo ya tenía esa emisión.Entonces los sobrenombres cambiaron, en la canchita de los Roldán aparecían las estrellas del mundial 78, estaba Leopoldo Luque y sus letales cabezazos que era Poche, Tomacito Melillan alias Tardelli el zaguero azurro o el espigado Bettega de los tanos que era uno de los Roldan, el otro era el inefable Perotti.Y se venía el clásico de todos los domingos, con mucho aceite esmeralda en las piernas que dejaba una baranda apestosa y sobre todo si era contra el barrio la Cantera de Morrongo y cía., que no era un cuadrito de morondanga. Había que ser corajudo y poner la pierna fuerte. Eran épocas en donde te corrían a piedrazos del barrio si te atrevías a ofender el honor.Después estaba el otro clásico contra el barrio La Pampa de los Cordero, los Laciar, Huinapan, D
avid Paredes, entre otros.Había como una consigna tácita en el partido, no se podía terminar cero a cero, no!, eso no estaba permitido .Había que reventar a la red a goles. No como ahora que los partidos son un fiasco de tanto cuidar los arcos.Y el chango Morales primero y don Lucas Sierra después, tenían un kiosco que, entre otras cosas, vendían las naranjas para dirimir el clásico. Se compraba un cajón, entre todos, que quedaba a la sombra y se repartía a los jugadores del equipo vencedor. Piluncha Martínez era el àrbitro, “..aquel abominable tirano y ampuloso verdugo que ejercita su poder absoluto con gestos de ópera”, dijera Galeano.Mientras tanto llegaba el 73 y don Lucas Sierra comenzaba a construir lo que luego sería el templo evangélico del barrio y que terminaría en el 1996.El mundial 78 hacía delirar con las gambetas de Kempes y en la canchita de los Roldán se hacían los picados mas rabiosos, no existía el 4-2-4 ni tampoco el carrilero, todos corrían cubriendo el campo y levantando polvareda que todo lo tapaba menos la claridad de los jugadores holandeses que se negaban a saludar en el palco a los jefes de la dictadura argentina; mientras miles de hinchas no dejaban de tirar papelitos a la cancha.Llegamos a la década del 80 y vino el bautismo del barrio. Le pusieron Hueney, amigo en mapuche. Se compraron las primeras camisetas al “gordo porcel” un viajante muy popular, que deambulada arriba del tren vendiendo por toda la línea sur en bolsos cargados de ropa.
Hace 50 años atrás en la actual manzana 116 sólo existían coirones, zampas, algarrobillo y hasta algún piche. El pueblo aún no estaba mensurado, el Dr. Nàpoli estaba a cargo de la comisión de fomento y una familia venía a levantar la primera vivienda en el predio: los Roldán.Aún existen los olmos que plantó mamá dice Casimira “¿ve esos olmos que están allá “?, esos son, dice y se emociona mirando ondear la incipientes ramas verdes de preludio primaveral.Después llegaría la familia de Julián Pereyra a la que 10 años más tarde la familia Huinca le compraría la casa. Y luego se afincaba la familia Uriz que le compraba la casa a Don Nayas Jalil que había construido en la esquina de la manzana, un tiempo después del arribo de la familia Roldan.Corría el año 69 y comenzaba armarse el grupo de chicos que por una década iba a dejar su impronta en el predio de la actual escuela y todos “corriendo detrás de un cuero” como decía Borges.
Dicen que los ingleses inventaron el fútbol o al menos importaron esto del wing”, el “centro half”, etc. que se usaba en la manzana 116, aunque cuenta la historia que fueron los chinos hace 5 mil años quienes organizaron los primeros juegos.Allí nacía la famosa “canchita de los Roldàn”.Todos los días, a las dos de la tarde comenzaba el rito, Talano llevaba la pelota, bajo la axila derecha.Recuerden que la pelota fue siempre marrón hacia medio siglo, después blanca y hoy unos cambiantes colores y se iban arrimando los primeros: Bataraz, Roberto Huinapan, Cayupan, Tatin Laciar, Romualdo Ventuala, los Roldan, los hermanos Beliu, Jorge Huinca, Poché. Hasta las diez de la noche duraban los picados.En la canchita los jugadores de Boca y River de la época eran los consabidos sobrenombres de casi todos. Del mundial 66 y del gran Bobby Charlton nada se supo, tampoco del mundial del 70 y del golazo de Jairzinho contra Italia que definía a la” verde amarelho “como campeón mundial y tampoco nadie disfrutó del genio de Cruyff de la naranja mecánica del 74 justo cuando moría Duke Ellington el rey de jazz.Es que la tele recién llegó en el 78 al pueblo y se veía en colores para fascinación de todos, aún cuando medio mundo ya tenía esa emisión.Entonces los sobrenombres cambiaron, en la canchita de los Roldán aparecían las estrellas del mundial 78, estaba Leopoldo Luque y sus letales cabezazos que era Poche, Tomacito Melillan alias Tardelli el zaguero azurro o el espigado Bettega de los tanos que era uno de los Roldan, el otro era el inefable Perotti.Y se venía el clásico de todos los domingos, con mucho aceite esmeralda en las piernas que dejaba una baranda apestosa y sobre todo si era contra el barrio la Cantera de Morrongo y cía., que no era un cuadrito de morondanga. Había que ser corajudo y poner la pierna fuerte. Eran épocas en donde te corrían a piedrazos del barrio si te atrevías a ofender el honor.Después estaba el otro clásico contra el barrio La Pampa de los Cordero, los Laciar, Huinapan, D
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Las camisetas eran de lana de abrigo de color blanco y doña Eusebia Sarries les hizo la banda roja .Así se lograba emparentar con los colores de River Plate de Buenos Aires. Una joyita. Los números se pintaron a mano y estaban muy lindos para el primer partido. El equipo era un pinturita. Claro que todo esto duró ese día porque luego del primer lavado se encogieron todas y chau camisetas, a nadie le entraba. Allí quedaron para el recuerdo.Talano seguía como el dueño de la pelota y era él que ponía los límites cuando el picado se ponía caliente por las patadas. Agarraba la pelota, se la ponía debajo de la axila derecha y decía “acá no se juega más” y se la llevaba .Y todos se tenían que ir. Todo un conciliador este Talano, a su manera.Hasta que el 87 ,en un accidente muere trágicamente, llevándose, como no podía ser de otra manera la pelota seguramente para seguir jugando por algún lado y evitando las patadas, mientras que aquí ya nunca más se jugaría tantas horas de partido y se perdería definitivamente los clásicos dominicales.Desde ese entonces ya nadie volvería hablar de “la canchita de los Roldan”. Y la manzana de la Escuela 363 volvía a ser un baldío lleno de pastizales.Así llegamos al 96 cuando la ONG “Un techo para Mi Hermano” decide construir 15 viviendas por el sistema de ayuda mutua y autoconstrucción. El grupo de trabajo decide la construcción en ese lugar. Se solicita el terreno al Concejo Deliberante y se comienzan a cortar adobones a fines de Noviembre de ese año, con Ernesto Millanta, Los hermanos Sepúlveda, Luís y Alfredo Ñancucheo, Miguel Càrdenas, entre otros. Trabajo rudo y duro.
Todos los días se cortaban 2000 adobones y se dejaba secar, hasta que una tormenta en la noche de marzo del 97 inundó todo el terreno y se perdieron 10000 adobes.La canchita y sus fantasmas empezaban a jugar en contra, y por goleada. Se devolvió el terreno al municipio y el barrio trasladó sus adobones y esperanzas donde hoy lucen sus viviendas.Después llegó una nevada grande, la casa que Miguel Cabezas tenía allí quedó dentro del agua y ya no pudo habitarla más. Sola se fue derrumbando y con ella se hacían trizas los sueños de todos los chicos de la canchita. En el barrio la casa de don Uriz hubo que levantarle un terraplén, que aún existe, para protegerla.Fútbol, risas,sueños, naranjas y tardecitas compartidas, corte de adobes e inundación tienen el sello en la manzana de la escuela 363.Lo que vino después, es historia conocida.///
Todos los días se cortaban 2000 adobones y se dejaba secar, hasta que una tormenta en la noche de marzo del 97 inundó todo el terreno y se perdieron 10000 adobes.La canchita y sus fantasmas empezaban a jugar en contra, y por goleada. Se devolvió el terreno al municipio y el barrio trasladó sus adobones y esperanzas donde hoy lucen sus viviendas.Después llegó una nevada grande, la casa que Miguel Cabezas tenía allí quedó dentro del agua y ya no pudo habitarla más. Sola se fue derrumbando y con ella se hacían trizas los sueños de todos los chicos de la canchita. En el barrio la casa de don Uriz hubo que levantarle un terraplén, que aún existe, para protegerla.Fútbol, risas,sueños, naranjas y tardecitas compartidas, corte de adobes e inundación tienen el sello en la manzana de la escuela 363.Lo que vino después, es historia conocida.///
Luis Cayuqueo
muy lindo relato !.
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